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lunes, 4 de abril de 2022

El futuro de la Justicia y los BOTS

 


Como saben mis lectores, este blog empezó siendo exclusivamente de Derecho y desde hace un tiempo también sirve como “desahogo” intelectual de su autor, las más de las veces respecto de cuestiones jurídicas y, en alguna ocasión, respecto de otras cuestiones.

 

En esta entrada vamos a mezclar ambos aspectos. De un lado, la noticia sobre el futuro de la Justicia, que podría pasar por la aplicación de inteligencia artificial mediante la utilización de “jueces-robots”; de otro, una experiencia propia vivida en las redes sociales y no jurídica, pero que pone de manifiesto el cuidado que hay que tener con los BOTS.

 



Leo hace unos días que existe un grupo de trabajo creado en el seno del Consejo General del Poder Judicial denominado “Tecnología, inteligencia artificial y administración de Justicia”, compuesto de seis magistrados –de los distintos órdenes judiciales- y dos informáticos.

 

El artículo que leí en Confilegal –y que podéis consultar AQUÍ- indica que las propuestas sobre aplicación de inteligencia artificial en la Administración de Justicia pueden provocar que los cambios hagan que a ésta “no la conozca ni la madre que la parió” (como Alfonso Guerra dixit).

 

Se indica que podrían resolverse por estas técnicas cuestiones repetitivas –como los asuntos de cláusula suelo- o de escasa cuantía –se dice que en Estonia todos los asuntos de cuantía inferior a 7000 euros son resueltos por técnicas de inteligencia artificial. También podría aplicarse a la admisión a trámite de querellas (en tres minutos se comprobaría si se cumplen los requisitos) o para la determinación de la prisión provisional al analizar el riesgo de fuga del imputado.

 

Evidentemente, ante este tipo de afirmaciones, el que suscribe se queda maravillado, pues estamos más que acostumbrados a que, a veces, quienes dictan las sentencias no hayan entendido lo que se ha expuesto tanto por escrito como oralmente o, simplemente, no se hayan leído –enteras- las sentencias en las que basan las suyas. Y tengo mis dudas de que un robot no tenga las mismas deficiencias que quien lo programe.

 

Y es al hilo de eso a lo que viene mi experiencia personal con un BOT en redes sociales, no por una cuestión jurídica sino por una cuestión literaria, lo que resulta sorprendente.

 

En mis redes sociales, básicamente Twiter, suelo compartir contenido jurídico y “cultural” (incluyendo la Literatura, la Música, la Historia, etc.). Es muy frecuente que los tuiteros jurídicos sufran ciertos ataques de otros que discrepen de la valoración jurídica de una norma, la mayoría de las veces por cuestiones políticas. De ahí que quien comparte contenido jurídico siempre está expuesto a esas discrepancias. Escribir en Tw sobre el contenido de sentencias “famosas” – como la de la manada, la señora Rivas (no recuerdo su nombre) o las que condenan a determinados personajes – es un deporte de alto riesgo. Incluso el no tratar ese tipo de asuntos y limitarse al análisis estrictamente jurídico también puede ser objeto de alguna contestación airada.

 

Lógicamente, si uno escribe o divulga sobre Cultura, en principio, parece menos probable sufrir algún tipo de reproche, aunque en realidad en el mundo de las redes sociales nunca se sabe.

 

Y ahí llegamos. Hace unos días leí un artículo en un blog literario que sigo desde hace tiempo, Zenda, que recomiendo a quien esto lea. El artículo en concreto era firmado por Carlos Mayoral y se titulaba “San Sebastián niega a Pío Baroja” y podéis consultarlo AQUÍ.

 


El autor da cuenta de una noticia de manera aséptica indicando que “se expuso en el pleno del Ayuntamiento de su ciudad natal, San Sebastián, la posibilidad de otorgarle la Medalla de Oro de la ciudad”, lo que fue rechazado por 24 votos frente a sólo 3 que están a favor de la concesión. El autor tiró de recuerdos de su niñez para resaltar la calidad literaria de Baroja y la difusión de la cultura vasca explicando que la decisión de no otorgársele la Medalla por el Ayuntamiento, según este, fue que la concesión de la medalla no es la mejor opción para resaltar su figura, sino que lo mejor es leerlo.

 

El argumento me pareció ocurrente y tuiteé el artículo con un comentario en el que, tras exponerlo, indicaba irónicamente que “al literato que ha ideado esta excusa, sin duda, le darán la Medalla algún día”.

 

Un par de días más tarde, recibí el ataque (o, quizá, sólo crítica) de un tuitero identificado como “ión libre”, en los términos siguientes:

 


 

La verdad es que mi primera reacción fue considerar que era sólo una crítica (“Hay que profundizar en el asunto y olvidarse de titulares tergiversadores”), aunque infundada porque si el ión se hubiese molestado en leer el artículo de Zenda que yo había compartido, habría comprobado que no era un titular de un periódico cualquiera sino una reflexión puramente literaria que, además, destacaba cómo Don Pío “no se casaba con nadie”, por lo que reconocía que cualquier ideología podría efectuarle reproches.

 

Por otro lado, como la curiosidad me picaba, consulté el perfil del “criticante” y comprobé que no tenía seguidores ni seguía a nadie y que sus últimos doscientos o trescientos tuits eran idénticos al mío y en respuesta a alguien que hacía referencia a la (no) Medalla de D. Pío. También comprobé –inocente de mí no saberlo al tuitear- que la propuesta de la Medalla era de un solo partido político del Ayuntamiento y que todos los demás eran quienes habían votado en contra. Es decir, era claramente un BOT.

 

Y ese es el punto de unión entre las dos cuestiones que fundamentan mi reflexión: ¿serán capaces los BOTS judiciales de saber leer correctamente el texto de las demandas, querellas, documentos, etc.? ¿O se limitarán como mi querido ión a reproducir un texto uniforme simplemente cada vez que su (in)inteligencia artificial lee la palabra Baroja?

 

El tiempo nos lo dirá, pero mientras tanto, sigamos disfrutando de la literatura de calidad en torno a la literatura, como en este otro artículo de María José Solano relativo, precisamente, a Pío Baroja.

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