Como
saben mis lectores, este blog empezó siendo exclusivamente de Derecho y desde
hace un tiempo también sirve como “desahogo”
intelectual de su autor, las más de las veces respecto de cuestiones jurídicas
y, en alguna ocasión, respecto de otras cuestiones.
En
esta entrada vamos a mezclar ambos aspectos. De un lado, la noticia sobre el
futuro de la Justicia, que podría pasar por la aplicación de inteligencia
artificial mediante la utilización de “jueces-robots”;
de otro, una experiencia propia vivida
en las redes sociales y no jurídica, pero que pone de manifiesto el cuidado que
hay que tener con los BOTS.
Leo
hace unos días que existe un grupo de trabajo creado en el seno del Consejo
General del Poder Judicial denominado “Tecnología, inteligencia artificial y
administración de Justicia”, compuesto de seis magistrados –de los distintos
órdenes judiciales- y dos informáticos.
El
artículo que leí en Confilegal –y que podéis consultar AQUÍ- indica que las
propuestas sobre aplicación de inteligencia artificial en la Administración de
Justicia pueden provocar que los cambios hagan que a ésta “no la conozca ni la madre que la parió” (como Alfonso Guerra dixit).
Se
indica que podrían resolverse por estas técnicas cuestiones repetitivas –como los
asuntos de cláusula suelo- o de escasa cuantía –se dice que en Estonia todos
los asuntos de cuantía inferior a 7000 euros son resueltos por técnicas de
inteligencia artificial. También podría aplicarse a la admisión a trámite de
querellas (en tres minutos se comprobaría si se cumplen los requisitos) o para
la determinación de la prisión provisional al analizar el riesgo de fuga del
imputado.
Evidentemente,
ante este tipo de afirmaciones, el que suscribe se queda maravillado, pues
estamos más que acostumbrados a que, a veces, quienes dictan las sentencias no
hayan entendido lo que se ha expuesto tanto por escrito como oralmente o,
simplemente, no se hayan leído –enteras- las sentencias en las que basan las suyas.
Y tengo mis dudas de que un robot no tenga las mismas deficiencias que quien lo
programe.
Y
es al hilo de eso a lo que viene mi experiencia personal con un BOT en redes
sociales, no por una cuestión jurídica sino por una cuestión literaria, lo que resulta
sorprendente.
En
mis redes sociales, básicamente Twiter, suelo compartir contenido jurídico y
“cultural” (incluyendo la Literatura, la Música, la Historia, etc.). Es muy
frecuente que los tuiteros jurídicos sufran ciertos ataques de otros que
discrepen de la valoración jurídica de una norma, la mayoría de las veces por
cuestiones políticas. De ahí que quien comparte contenido jurídico siempre está
expuesto a esas discrepancias. Escribir en Tw sobre el contenido de sentencias
“famosas” – como la de la manada, la
señora Rivas (no recuerdo su nombre) o las que condenan a determinados
personajes – es un deporte de alto riesgo. Incluso el no tratar ese tipo de
asuntos y limitarse al análisis estrictamente jurídico también puede ser objeto
de alguna contestación airada.
Lógicamente,
si uno escribe o divulga sobre Cultura, en principio, parece menos probable
sufrir algún tipo de reproche, aunque en realidad en el mundo de las redes
sociales nunca se sabe.
Y
ahí llegamos. Hace unos días leí un artículo en un blog literario que sigo
desde hace tiempo, Zenda, que recomiendo a quien esto lea. El artículo en
concreto era firmado por Carlos Mayoral y se titulaba “San Sebastián niega a Pío Baroja”
y podéis consultarlo AQUÍ.
El
autor da cuenta de una noticia de manera aséptica indicando que “se expuso en el pleno del Ayuntamiento de su
ciudad natal, San Sebastián, la posibilidad de otorgarle la Medalla de Oro de
la ciudad”, lo que fue rechazado por 24 votos frente a sólo 3 que están a
favor de la concesión. El autor tiró de recuerdos de su niñez para resaltar la
calidad literaria de Baroja y la difusión de la cultura vasca explicando que la
decisión de no otorgársele la Medalla por el Ayuntamiento, según este, fue que la concesión de la medalla no es la mejor
opción para resaltar su figura, sino que lo mejor es leerlo.
El
argumento me pareció ocurrente y tuiteé el artículo con un comentario en el
que, tras exponerlo, indicaba irónicamente que “al literato que ha ideado esta excusa, sin duda, le darán la Medalla
algún día”.
Un
par de días más tarde, recibí el ataque (o, quizá, sólo crítica) de un tuitero
identificado como “ión libre”, en los términos siguientes:
La verdad es que mi primera reacción fue considerar que era sólo
una crítica (“Hay que profundizar en el
asunto y olvidarse de titulares tergiversadores”), aunque infundada porque si el ión se hubiese molestado en leer el
artículo de Zenda que yo había compartido, habría comprobado que no era un
titular de un periódico cualquiera sino una reflexión puramente literaria
que, además, destacaba cómo Don Pío “no
se casaba con nadie”, por lo que reconocía que cualquier ideología podría
efectuarle reproches.
Por otro lado, como la curiosidad me picaba, consulté el perfil
del “criticante” y comprobé que no
tenía seguidores ni seguía a nadie y que sus últimos doscientos o trescientos
tuits eran idénticos al mío y en respuesta a alguien que hacía referencia a la
(no) Medalla de D. Pío. También comprobé –inocente de mí no saberlo al tuitear-
que la propuesta de la Medalla era de un solo partido político del Ayuntamiento
y que todos los demás eran quienes habían votado en contra. Es decir, era
claramente un BOT.
Y ese es el punto de unión entre las dos cuestiones que
fundamentan mi reflexión: ¿serán capaces los BOTS judiciales de saber leer correctamente
el texto de las demandas, querellas, documentos, etc.? ¿O se limitarán como mi querido ión a reproducir un texto
uniforme simplemente cada vez que su (in)inteligencia
artificial lee la palabra Baroja?
El tiempo nos lo dirá, pero mientras tanto, sigamos disfrutando
de la literatura de calidad en torno a la literatura, como en este otro artículo de María José Solano relativo, precisamente, a Pío Baroja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario