Una
de las habilidades imprescindibles para el ejercicio profesional es la
escritura. Y ello por dos motivos: en primer lugar, porque en nuestra profesión
la escritura juega un papel esencial al ser la mayoría de los procedimientos
judiciales escritos en su mayor parte; pero también, en segundo lugar, porque
para poder hablar correctamente, elocuentemente, es conveniente previamente
haber escrito mucho.
De ahí que cualquier consejo sobre escritura, ya se refiera específicamente a la escritura jurídica, ya se trate de la escritura en general, debe ser bien acogido. Aún más si los consejos provienen del mundo de la publicidad, cuyo objetivo es –como el del abogado- convencer al destinatario del mensaje.
Es ese contexto en el que vamos a referirnos a un decálogo escrito por David Ogilvy, fundador de la agencia de publicidad del mismo nombre, en 1982, pero cuya vigencia es intemporal por lo acertado de los consejos contenidos en él.