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lunes, 4 de octubre de 2021

“El tren llegó puntual”, de Heinrich Böll


Leer a Heinrich Böll es volver a mis lecturas de adolescencia, cuando me descubrieron al autor a través de “Billar a las nueve y media”, releída no hace mucho tiempo y redescubierta, porque, es evidente, no es lo mismo la lectura de entonces que la hecha con la visión actual.





Böll es un autor que, en su primera etapa, escribió sobre la Segunda Guerra Mundial, en la que participó y de la que, probablemente, obtuvo experiencias que luego volcó en sus libros. En esta su primera novela, publicada en 1949, narra la peripecia de un joven soldado, que vuelve al frente tras un permiso y que, desde las primeras páginas, se repite incesantemente que va a morir “pronto”. Ese pronto se fija, unas páginas más adelante, en una localización geográfica específica e incluso a una hora determinada.


A lo largo de la novela se van narrando historias paralelas, de tres o cuatro personajes que aparecen en ella, algunos sin nombre incluso, que reflejan las distintas actitudes frente a la guerra de quienes, obviamente sin quererlo, tienen que participar en ella.

La literatura es una forma de conocer la historia, puesto que lo que se narra refleja la realidad del momento. El libro es de 1949 pero se refiere a situaciones anteriores en el tiempo. Por eso, me resultan muy llamativos dos pasajes de la misma.


El primero, situado en la página 87, hace referencia a un suceso ocurrido cuando el protagonista estaba en la escuela. ¡Escribió “mierda” en la estatua de Cicerón! El segundo, en la página 108, tiene lugar en un burdel en el que el protagonista escucha durante unos instantes música y reconoce ¡un fragmento de Schubert! Y piensa: «Daría diez años de mi vida por oír una canción de Schubert. Pero sólo me quedan doce horas y tres cuartos, puesto que deben ser las cinco más o menos».


¿Alguno de mis lectores se imagina, en la España actual, a un niño pintarrajeando la estatua de Cicerón en un colegio o a un adulto pidiendo música de Schubert en un burdel? No sé si en Alemania esto se consideraría como una excentricidad, aunque lo dudo porque los orígenes sociales de Böll eran muy modestos, por lo que es de suponer que reflejaba la realidad social. En cualquier caso, desgraciadamente, estoy seguro de que en la España de mediados del siglo XX tampoco había posibilidades de que este tipo de situaciones se produjeran. Quizá sea cierto eso de que “Spain is different”.

 

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