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sábado, 31 de mayo de 2025

La inteligencia artificial y la divulgación jurídica

 


No recuerdo la fecha en que leí por primera vez un blog jurídico. Supongo que hará más de quince años. De hecho, éste se viene publicando desde marzo de 2013 (aquí puedes leer la primera entrada) de manera ininterrumpida. Es cierto que ha tenido sus altibajos, con años en los que la frecuencia e incluso la extensión de las publicaciones ha disminuido. Pero nunca ha desaparecido del todo.



 

A día de hoy, se han publicado 438 entradas y el número total de visitas está a punto de alcanzar las 420.000. Los temas que se han tratado han sido, fundamentalmente, de Derecho Privado, pero alguna que otra vez nos hemos atrevido con el Derecho Penal (aquí, sobre el delito defrustración de la ejecución; o aquí, sobre el delito de estafa) o con el Derecho Romano (aquí sobre las tasas judiciales en la justicia romana; o aquí sobre los contratos en la película Ben-Hur), e incluso hemos publicado comentarios-reseñas de libros (aquí sobre la vida y obra del parlamentarioandaluz Manuel Sánchez Silva, defensor de la igualdad entre españoles en el siglo XIX; o aquí sobre una novela que mezcla historia y aventuras).


Sin embargo, parece que los blogs –y, por tanto, la divulgación de los temas que se tratan- podrían tener sus días contados. No me estoy refiriendo a la “competencia” que sufren de tertulianos y “opinadores” de todo tipo que proliferan por las redes sociales; esos sólo restan visitas de quienes no tienen verdadero interés en los temas. No, me estoy refiriendo a la inteligencia artificial.

 

Curiosamente –y parece que de modo premonitorio-, no hace mucho ya publiqué una entrada en la que indicaba cómo ChatGPT, una inteligencia artificial, estaba visitando este blog, supongo que no por curiosidad sino para obtener información. Aquí puedes leer laentrada.

 

Ahora confirmo esas sospechas. Jotdown, una revista literaria que sigo habitualmente, ha publicado recientemente este artículo, titulado con gran acierto como “Qué hacer cuando nadie nos busca”, cuya lectura íntegra recomiendo.

 

Se indica en el mismo la tremenda bajada de visitas en su versión digital: “Las sesiones han bajado un 40,5 %, las páginas vistas un 15,9 %. Google nos ha traído un 31,8 % menos de visitas que el año pasado. Twitter, un 56 % menos. Facebook, un 35 %. No son errores de medición ni una caída puntual. Es el principio de una era sin clics”.

 

Y se ofrece una explicación: los buscadores, gracias a la inteligencia artificial, no ofrecen ya enlaces de las páginas que tratan de contestar lo que se consulta, sino que responden con un resumen de la cuestión tomando la información de las mismas páginas, pero sin citarlas y sin permitir que los lectores accedan a ellas.

 

Verdaderamente trágico, especialmente para las páginas que viven de las lecturas de sus visitantes, a través de la publicidad e incluso de suscripciones de pago. Si google no facilita el acceso a sus artículos, cada vez menos gente los leerá y, como indica el artículo, el modelo de gratuidad masiva morirá.

 

El panorama es, realmente, sombrío. No es el caso de este blog, pues ni vive de la publicidad –aunque aparezca a veces en las entradas- ni depende, en realidad, de cuántos lectores acumula.

 

Este blog es, en realidad, un instrumento de divulgación jurídica que cumple tres funciones básicas:

 

1.     La primera es docente. Mi actividad como profesor universitario me genera numerosos temas sobre los que escribir para que los alumnos de Derecho –míos y ajenos, lógicamente- entiendan mejor el objeto de su estudio o conozcan casos prácticos reales al respecto.

 

2.     La segunda es puramente divulgativa. Mis clientes me consultan determinados asuntos que aquí trato o existen temas de relevancia para ellos sobre los que escribo para que los conozcan y puedan actuar en consecuencia.

 

 

3.     Y la tercera es totalmente egoísta: se trata de un espacio que utilizo de manera totalmente libre para escribir sobre lo que en cada momento me apetece, consciente de que sólo lo leerá aquél que esté interesado.

 

Y por eso, seguiremos como hasta ahora y apoyamos totalmente a los medios como Jotdown, que, como manifiestan en su artículo, seguirán “escribiendo incluso cuando nadie nos busca” y “defendiendo con hechos que los medios no son un lujo, sino un recurso vital (…), que el tiempo detenido es un derecho que debemos preservar”.

 

En cualquier caso, si has llegado a esta entrada a través de google, de una plataforma o de redes sociales, mi consejo es que te suscribas a nuestro boletín de novedades para que, al menos, tengas la oportunidad de seguir leyéndolo al recibir sus entradas en tu bandeja de correo electrónico. Gracias.

martes, 13 de mayo de 2025

Boletines (newsletters) en exceso.

 

 

Como saben mis seguidores, me gusta ser un acaparador de conocimientos. No sólo jurídicos, sino en general. Y eso me lleva a suscribirme a todo tipo de boletines con temas diversos: jurídicos la mayoría, pero también otros sobre inversiones, marketing, inteligencia artificial o literatura.

 

Salvo las jurídicas y las puramente lúdicas (las literarias, básicamente), las demás las suelo mantener porque siempre aparece alguna idea que o bien tiene aplicación práctica en mi vida profesional o bien me da pie a estudiar algún tema que pueda repercutir en mis seguidores.

 

Entre las primeras, y por citar un ejemplo, hubo una que me sugirió una aplicación para convertir las entradas de blog en vídeo y desde hace un tiempo publico algunos en el canal de youtube, como éste: 

 


Entre las segundas, tengo pendiente de escribir de varios temas que me van surgiendo bien en boletines bien en algún podcast que también sigo. Un tema interesante es el del “exit tax”, del que ya he escuchado en dos ocasiones y me parece apasionante.

 

Pero de vez en cuando tengo que “hacer limpieza” y desuscribirme de algunos boletines que en su día me parecieron interesantes pero que, con el tiempo, se vuelven monótonos. Normalmente, porque lo único que hacen es tratar de vender sus productos de pago, sin dar ningún tipo de información útil.

 

Acabo de hacerlo con una newsletter concreta. No voy a indicar el nombre (ya sabéis que se dice el pecado pero no el pecador). Un nombre atrayente, un lenguaje deliberadamente soez, unas referencias vulgares al pasado (la mochila de Pocholo, el Vaquilla y el Torete, Marco y Heidi…) y, sobre todo, una publicidad permanente de su “membresía”; de pago, obviamente. Pero ni una idea aprovechable. Sólo conceptos genéricos y nada más. Es decir, humo.

 

He hecho una prueba. He dejado de leer varios de sus correos, acumulando cuatro. Acabo de ver los 4 al mismo tiempo. El más reciente, simple publicidad de su membresía; otros dos contando una chorrada (por aquello del “copywriting”) y terminando con la publicidad de su membresía; y el último con una clasificación de las personas basada en conceptos generales y con clara profusión de lenguaje soez para hacer atractivo el hilo conductor. Y ¿sabéis cómo termina este último correo? Efectivamente, con la publicidad de su membresía.

 

Frente a este tipo de newsletters-boletines, hay otros como el de Enrique Dans, al que me suscribí hace ya varios años y que leo prácticamente a diario (en realidad, él publica una entrada en su web cada día y recibo el boletín con su contenido al día siguiente; a mí, a veces, se me acumulan). En una de sus entradas, que conservo, se refería a sus boletines y al número de suscriptores que tiene, para concluir que no le importa el número sino que lo realmente relevante es que lo sigan aquellos que tengan interés en leerlo, por lo que su objetivo no es tanto engrosar la lista de personas que reciben su newsletter sino el porcentaje de quienes abren los correos. En definitiva, de la tasa de apertura. Tal y como indica el propio autor en esta entrada que podéis leer completa clickando

 

"¿A qué se debe eso? Básicamente, a que jamás he suscrito a nadie a mis correos. Quien quiere recibirlos, se apunta en la página, tiene que hacer un proceso de doble opt-in, y a partir de ahí, puede darse de baja fácilmente cuando quiera. Si no los abre es porque no quiere, pero sabe que en cualquier momento puede dejar de recibirlos, y sabe que si los recibe, es porque lo pidió expresamente. Tener más suscriptores en la lista no me obsesiona: lo que quiero es que estén suscritos aquellos que tienen interés en recibir mis artículos, sin más".


En ese sentido y por lo que respecta a mi boletín de novedades legales, estoy muy contento porque la tasa de apertura que tengo supera el 60% en cada boletín. Es cierto que el número de personas que lo recibe no es muy alto (en la actualidad, 225 destinatarios), pero lo importante es que más de la mitad está interesado en su contenido, como puede observarse en las estadísticas




 

Por eso, no puedo más que dar las gracias a mis lectores por la fidelidad que supone no sólo darse de alta en una lista de correo (con el riesgo que supone de spam), sino, sobre todo, por seguir interesados en el contenido de las novedades que publico. GRACIAS.