Quienes leéis
habitualmente este blog ya sabéis de mi afición por la lectura y la escritura.
He reseñado por aquí algún que otro libro -como "El tren llegó puntual", "El beso de la sirena" o la biografía de Manuel Sánchez Silva- y también he traído incluso alguna
norma jurídica poética, como el Plan Estratégico de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social
Hace poco, limpiando los
libros de mi biblioteca, encontré entre las páginas de uno de ellos, dos
cuartillas y un folio, todos de papel cebolla –a los más jóvenes, que no sabrán
lo que es, les aclaro que era un papel muy fino, casi transparente, que se
utilizaba para que fuera más fácil hacer copias con papel carbón- con textos
literarios referidos al Derecho y los abogados.
El autor de estas “exquisiteces” era el tío Rufo. Era un
señor muy mayor (o, al menos, a mí me lo parecía) que en realidad era el tío
abuelo de un amigo mío de la infancia –cuya amistad sigo conservando y
cultivando- que se caracterizaba por dos cosas: ser muy agradable,
dicharachero, alegre, hablador… ; y por tener una cultura muy extensa. En la
casa de mi amigo, donde jugábamos al ajedrez cada vez que se terciaba y donde
casi siempre estaba el tío Rufo (vivía en el piso de al lado), había grandes
cantidades de libros y él tenía la costumbre de regalarme uno de estos
fragmentos cada vez que me veía por allí cuando yo ya estaba estudiando
Derecho.
En esta entrada y en las
siguientes voy a transcribir estos textos, en un claro homenaje a su persona y a la impresión que causó en un niño-adolescente-joven que recibía esto como lo que era, una auténtica joya:
“V. BLASCO IBÁÑEZ. Obras
Completas. Tomo II. Oriente, cap. XX, página 57 (escrito en 1907).
Mi
amigo Mizzi es un abogado inglés notabilísimo que desde hace treinta y cinco
años vive en Constantinopla. Habla y escribe con la mayor facilidad doce
idiomas, y en un mismo día perora ante el Tribunal consultar de Inglaterra,
hace una defensa en turco, escribe una demanda en griego o en ruso y acaba su
jornada en el Consulado español expresándose en castellano.
Desde
Constantinopla ha ido a defender pleitos a Siberia. Otra vez fue a Bagdad y a
Bassora, países de leyenda, para intervenir como abogado en una herencia de
príncipes árabes que se disputaban sacos de diamantes, de rubíes y esmeraldas.
Sólo en Oriente pueden encontrarse estos litigios de cuento fantástico.
Mizzi
es inglés porque nació en Malta; pero su madre era española, y él siente un
gran afecto por España. Es consejero legista de casi todas las embajadas y
consulados, condecoraciones y títulos lleven sobre él de las más importantes
naciones de Europa y, sin embargo, lo
que más aprecia es su nombramiento de vicecónsul de España. THE LEVANT
HERALD, el diario más grande de Constantinopla, es propiedad suya y en él
trabaja diariamente, dando al público una información del mundo entero. Ir con
Mizzi por las calles de Pera y Gálata es asistir a un desfile de popularidad. Saludo
a un turco en su lengua, conversación con un griego, diálogo con un francés o
un italiano, sombrerazos, apretones de manos, frases cariñosas: un curso
completo de idiomas”.
Para
quien tenga curiosidad, puede buscar por internet las referencias al Levant
Herald y encontrará algún resumen en Wikipedia. No he encontrado referencias al
supuesto abogado Mizzi, no sé si es una invención de Blasco Ibáñez (no lo creo)
o simplemente forma parte de los muchos personajes e historias que no aparecen
por la red. Pero, como se suele decir, “se
non é vero, é ben trovato” (aunque otro día escribiré sobre el origen de
esta expresión).
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