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lunes, 14 de julio de 2025

Derecho y Literatura: el tío Rufo (I)

 


Quienes leéis habitualmente este blog ya sabéis de mi afición por la lectura y la escritura. He reseñado por aquí algún que otro libro -como "El tren llegó puntual", "El beso de la sirena" o la biografía de Manuel Sánchez Silva- y también he traído incluso alguna norma jurídica poética, como el Plan Estratégico de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social

 

Hace poco, limpiando los libros de mi biblioteca, encontré entre las páginas de uno de ellos, dos cuartillas y un folio, todos de papel cebolla –a los más jóvenes, que no sabrán lo que es, les aclaro que era un papel muy fino, casi transparente, que se utilizaba para que fuera más fácil hacer copias con papel carbón- con textos literarios referidos al Derecho y los abogados.

 


El autor de estas “exquisiteces” era el tío Rufo. Era un señor muy mayor (o, al menos, a mí me lo parecía) que en realidad era el tío abuelo de un amigo mío de la infancia –cuya amistad sigo conservando y cultivando- que se caracterizaba por dos cosas: ser muy agradable, dicharachero, alegre, hablador… ; y por tener una cultura muy extensa. En la casa de mi amigo, donde jugábamos al ajedrez cada vez que se terciaba y donde casi siempre estaba el tío Rufo (vivía en el piso de al lado), había grandes cantidades de libros y él tenía la costumbre de regalarme uno de estos fragmentos cada vez que me veía por allí cuando yo ya estaba estudiando Derecho.

 

En esta entrada y en las siguientes voy a transcribir estos textos, en un claro homenaje a su persona y a la impresión que causó en un niño-adolescente-joven que recibía esto como lo que era, una auténtica joya:

 

V. BLASCO IBÁÑEZ. Obras Completas. Tomo II. Oriente, cap. XX, página 57 (escrito en 1907).

 

Mi amigo Mizzi es un abogado inglés notabilísimo que desde hace treinta y cinco años vive en Constantinopla. Habla y escribe con la mayor facilidad doce idiomas, y en un mismo día perora ante el Tribunal consultar de Inglaterra, hace una defensa en turco, escribe una demanda en griego o en ruso y acaba su jornada en el Consulado español expresándose en castellano.

 

Desde Constantinopla ha ido a defender pleitos a Siberia. Otra vez fue a Bagdad y a Bassora, países de leyenda, para intervenir como abogado en una herencia de príncipes árabes que se disputaban sacos de diamantes, de rubíes y esmeraldas. Sólo en Oriente pueden encontrarse estos litigios de cuento fantástico.

 

Mizzi es inglés porque nació en Malta; pero su madre era española, y él siente un gran afecto por España. Es consejero legista de casi todas las embajadas y consulados, condecoraciones y títulos lleven sobre él de las más importantes naciones de Europa y, sin embargo, lo que más aprecia es su nombramiento de vicecónsul de España. THE LEVANT HERALD, el diario más grande de Constantinopla, es propiedad suya y en él trabaja diariamente, dando al público una información del mundo entero. Ir con Mizzi por las calles de Pera y Gálata es asistir a un desfile de popularidad. Saludo a un turco en su lengua, conversación con un griego, diálogo con un francés o un italiano, sombrerazos, apretones de manos, frases cariñosas: un curso completo de idiomas”.

 

         Para quien tenga curiosidad, puede buscar por internet las referencias al Levant Herald y encontrará algún resumen en Wikipedia. No he encontrado referencias al supuesto abogado Mizzi, no sé si es una invención de Blasco Ibáñez (no lo creo) o simplemente forma parte de los muchos personajes e historias que no aparecen por la red. Pero, como se suele decir, “se non é vero, é ben trovato” (aunque otro día escribiré sobre el origen de esta expresión).