Esta mañana leía en twitter la referencia de una noticia titulada “Londres, capital internacional del divorcio
por las indemnizaciones a mujeres” y, como es lógico, me llamó la atención.
La noticia, que puede consultarse aquí, se iniciaba indicando que “puede que Las Vegas sea el lugar más
divertido para casarse, pero Londres parece el mejor para liquidar matrimonios
de todo el mundo”.
Con independencia de las dificultades que puede conllevar el someterse a un
Tribunal londinense –cuyo estudio dejo para los amigos de Plataforma Millennium-
la principal razón de esta tendencia, parece ser el buen trato que reciben las
demandantes. Entiéndase que no se trata de un comentario machista, sino que así
se expresa en la noticia:
“La abogada Sandra Davis, del bufete
Mishcon de Reya, que representó personalmente a la princesa Diana y a Jerry
Hall -ex de Mick Jagger-, entre otros casos de divorcio, cree que las cortes
inglesas son muy generosas con las demandantes. "Inglaterra se ha
convertido en un lugar muy atractivo para las esposas, porque las
indemnizaciones son considerablemente más altas que en ningún otro lugar del
mundo. En consecuencia, es una jurisdicción que el creador de riqueza quiere
evitar"
Y ¿dónde está la razón de dicha generosidad de los Tribunales ingleses?
"La respuesta es el dinero", dijo Elizabeth Hicks, socia del bufete
Irwin Mitchell. "En el caso de un matrimonio largo, el punto de partida en
Inglaterra es '¿por qué no dividir a parte iguales los bienes?'". Las cortes inglesas parten de la base de
que los bienes matrimoniales se reparten a partes iguales, para beneficio del
cónyuge más desfavorecido, generalmente la esposa. Es algo que contrasta
con otros muchos países de Europa y se traduce en unas compensaciones que no se
ven en ningún lugar”.
¿Y ese es el secreto? ¿Esa es la razón de que “Una ola de millonarios chinos, rusos, estadounidenses y europeos, la
mayoría empleados en el sector financiero, eligen poner fin a sus matrimonios
ante un juez inglés”?
Pues no se me ocurre otra cosa que decir más que
lo que exclamó, pensando que el micrófono no lo captaba, un político español, no recuerdo si ministro o Presidente del Congreso:
¡Manda h…!
Esa es, ni más ni menos, la solución que da
nuestro Código Civil desde el siglo XIX: el régimen económico-matrimonial
de gananciales, donde todos los bienes que adquieren los cónyuges
durante el matrimonio (con algunas excepciones) que procedan de su actividad
económica, son comunes y, al disolverse, han de
adjudicarse a los cónyuges de por mitad.
Es más, nuestro Código Civil establece el régimen
de gananciales como supletorio, por lo que, salvo que los cónyuges hayan
establecido lo contrario en capitulaciones matrimoniales, se aplica este
régimen “tan generoso”.
Ya lo dijimos en otra entrada anterior sobre Michael Jackson y Locomotoro
(que podéis ver aquí): los españoles no sabemos vender la burra de nuestras
virtudes y así nos va.
En estos tiempos de dificultades económicas, tenemos que reinventarnos,
tenemos que destacar aquello que brilla con luz propia y desde luego, nuestro
Código Civil, aunque centenario y especialmente en los preceptos no reformados
desde su origen, contiene magníficas soluciones jurídicas a los problemas humanos.
Cuestión distinta será si los Tribunales que tienen que aplicarlo pueden
señalar juicios en cuestión de días o semanas -como estoy seguro de que hacen
los tribunales británicos, especialmente en este tipo de asuntos tan
lucrativos- y no años como ocurre en nuestro país. Pero esa es otra historia.
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