Se trata de una típica
novela de verano y leída, por tanto, en agosto, en concreto, en agosto de 2019.
Novela histórica en la que, a través de la mezcla entre una historia actual y
un documento histórico, se narran determinados hechos históricos, algunos de
los cuales son ciertos mientras que otros, sin duda, son de la propia invención
de la autora. En este sentido, siempre que leo una novela histórica echo de
menos la existencia de notas a pie de página que expliquen y/o aclaren si las
afirmaciones contenidas en el texto principal tienen o no fundamento histórico
o son simple invención.
En este caso, se trata
de la historia de Inglaterra –la autora, según se indica en el libro, nació en
Copenhague y se crió en Australia, si bien desarrolla su trabajo en Gran
Bretaña- y en concreto se refiere al fallecimiento del rey Eduardo el Confesor
y la invasión de la isla por parte de los normandos con Guillermo el
Conquistador al frente. Hechos todos estos relatados en un tapiz –el “famoso
tapiz de Bayeux”- de existencia real y ubicado en la localidad francesa de tal
nombre, en la Normandía francesa. Tan real como que, con posterioridad a la
lectura del libro, se publicó un artículo en prensa sobre nuevos
descubrimientos al respecto, que podéis consultar AQUÍ.
El instrumento
literario utilizado para la introducción del elemento histórico tampoco es nada
original, un libro antiguo redactado en forma de diario por una bordadora de la
Corte del Rey Eduardo, siendo de destacar el carácter feminista de la obra en
tal sentido, que se encarga de destacar en varios pasajes cómo resultaba
inaudito la existencia de una mujer que supiera leer y escribir en el siglo XI
europeo.
Entre las cuestiones
que me han llamado la atención, me gustaría destacar las siguientes:
1.-
Una de ellas es una frase grandilocuente y, al mismo tiempo, vacía de
contenido. El contexto en que se produce es una conversación –más bien, un flirteo-
entre la protagonista (de madre inglesa y padre francés) y un personaje secundario de nacionalidad
danesa. Ella, al saber que es danés, realiza un comentario sobre la presencia
de los vikingos en la zona mucho tiempo atrás, a lo que él repone que no puede
hacerse responsable del comportamiento de sus antepasados. Y a ello responde la
protagonista con una frase tan ampulosa como vacía de contenido: “la historia no es más que un registro de
crímenes contra la humanidad que se repiten y que son casi idénticos. Todos
deberíamos hacernos responsables de ellos, porque si no lo hacemos el ciclo
continúa y nada cambia” (pág. 127).
Y digo que está vacía de contenido porque entronca con esa tendencia revisionista
tan actual que lleva a contemplar hechos históricos, del pasado, con parámetros
actuales, lo que sin duda conduce a un callejón sin salida. Resulta paradójica
esa tendencia revisora permanente sin resultado alguno pues la Historia es la
que es y, con independencia de la valoración de quien quiera hacerla, sigue
siendo la misma. El pasado no admite cambios.
2.-
Una segunda cuestión llamativa –y que me resulta más interesante- es un
problema de máxima actualidad en un país descentralizado como España. Se trata
de un pasaje en el que se refleja el enfrentamiento entre dos hermanos de la
familia real, cada uno Conde de un territorio distinto, y en el que uno de
ellos le reprocha al otro el distinto criterio impositivo, de tal modo que “exige que los impuestos de Northumbria sean
iguales que los del sur” (pág. 228). Problema habitual en España, donde las
distintas comunidades autónomas disfrutan de autonomía financiera y cierta capacidad
de decisión para fijar determinados impuestos en la cuantía que tengan por
conveniente. Más curioso aún: en la Inglaterra del siglo XI quien se queja es
el gobernante del Sur, territorio más rico y con mayores impuestos que el Norte.
¿Le suena a los lectores?
3.-
Una última cuestión que me resulta llamativa del libro es una especie de desprecio
hacia el sur de Europa y sus habitantes.
En la pág. 309 y dentro de la parte histórica –agosto de 1065- se hace
referencia a una visita a un mercado de la ciudad de Winchester y tras destacar
la suntuosidad y el buen gusto de telas y otros productos, se hace referencia a
la existencia de un espectáculo circense, un oso que bailaba y cuyo amo se
califica como “uno de esos viajeros de
piel oscura venidos del sur del continente, un hombre harapiento y delgado”.
Aún más grave es la referencia de la página 316 que, además, se dirige
directamente a los españoles. En una escena en la que la nacionalidad de las
personas carece de relevancia –camareros en un bar-, de manera despectiva e,
insisto, innecesaria, se refiere la protagonista de la novela a “dos jóvenes camareros españoles (que)
estaban secando vasos” con la afirmación de “Los dos son gays, estoy segura”. No era necesario en ese pasaje
hacer referencia a la nacionalidad de los camareros, muchos menos a su supuesta
condición sexual, ni siquiera era preciso hacer referencia a ellos. Y, sin
embargo, la frase está ahí. ¿Será un problema de traducción y quería decir
“alegres”? No sería de extrañar, pues los problemas de traducción se producen
con cierta frecuencia, como indicábamos en esta entrada en la que el nivel de
inglés de una aspirante a Fallera Mayor se convirtió en “rasuradita”.
Para terminar, pues
esto se alarga demasiado, la novela es entretenida y sirve para aprender algo
más de la Historia de Inglaterra y, desde luego, la recomendamos.
NOTA DEL AUTOR DE 21/09/2022.- Añado el enlace a un artículo sobre el tapiz de Bayeux que he descubierto hoy y según en el cual un estudio universitario ha contabilizado cuántos penes -sí, no has leído mal- se pueden apreciar en el tapiz. Puedes consultarlo AQUI.
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