Se trata de un libro que tenía en mi biblioteca (heredada) y que hasta ahora no había leído, además de por falta de tiempo, por tener una portada que aparentaba ser una simple novela romántica. De esas de “usar y tirar”. Sin embargo, por esas serendipias que ocurren, me llegaron referencias de la obra.
La primera apareció en
una entrada de Zenda, de fecha 27 de
enero de 2025 y titulada “Viajes que te
cambian”, escrita por Antonio Martínez Asensio. En ella se hace referencia
a tres libros que recogen viajes de sus personajes que cambian sus vidas. En el
caso de Seda, según el autor, “cuenta un viaje muy lejano, para terminar encontrando lo que está más
cerca. Un amor complejo y extraño que nos descubre el amor de la persona que
tenemos al lado”.
La segunda referencia proviene
de una newsletter de Substack, a la que estoy suscrito, El vicio impune de leer, redactada por
Jorge Moreno Matos, desde Perú. En concreto, se trata de la entrada del 14 de
febrero también de 2025, titulada “32
obras sobre el amor para regalar en San Valentín”. Respecto de Seda, el
autor indica que “cuando
leí esta novela lo primero que pensé de ella es de que se trataba de una obra
de relojería literaria perfecta. Y la historia de amor que cuenta, tan puntual
como el magistral uso de recursos mínimos que usa el autor para contarla a la
perfección”.
Con estas dos
recomendaciones y teniendo el libro a mi disposición, no quedaba otra que
leerlo, aprovechando además su brevedad.
Cuenta la historia de
Hervé Joncour, que vive de comprar huevos de gusanos de seda en África hasta
que un virus empieza a matarlos y obliga a buscar nuevos proveedores. La única
opción es Japón, pero en esa época, resulta inaccesible ya que los extranjeros
tienen prohibida su entrada. No obstante, viaja allí y conoce a un enigmático
señor feudal que se los suministra. Cuando éste le recibe, siempre aparece
acompañado de una mujer joven, de origen no japonés, lo que enciende el amor y
la pasión en Hervé.
Como indica Martínez
Asencio, “ya nunca será la misma
persona porque allí ha conocido a una mujer con la que apenas ha intercambiado
una palabra. Porque Seda es
también la historia del tacto, de la piel y sus múltiples símbolos: el lago,
los bosques y los pájaros. En Seda descubrimos
códigos que no entendemos en el mundo occidental, la atmósfera que rodea a Hara
Kei, el hombre que le vende los huevos, los movimientos de sus sirvientes como
sombras; la quietud, el silencio”.
El propio autor del
libro, Baricco, según se indica en la contraportada, consideró que la obra no
es una novela, ni siquiera un cuento, sino una historia. Y así es. No puedo
desvelar más sobre su contenido, pero sí recomendar su lectura. Entenderán al
final por qué el amor hay que buscarlo en la persona que tenemos al lado.
Sí quiero, como suelo
hacer en mis reseñas, recoger algún pasaje que me ha resultado muy atractivo.
En este caso, son dos:
1. El
primero aparece al principio del libro (pág. 11) y define al protagonista: “Era,
por lo demás, uno de esos hombres que prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier
aspiración a vivirla. Habrán
observado que son personas que contemplan su destino de la misma forma en que
la mayoría acostumbra contemplar un día de lluvia”.
2. El
segundo también hace referencia a otro personaje, Jean Berbeck, tan secundario
que ni siquiera aparece en la novela, salvo para indicar que era un vecino del
pueblo donde viven y un buen día dejó de hablar y no volvió a hacerlo hasta su
muerte. Joncour compró la casa de Berbeck y un día, le pregunta a Balbadiou, su
amigo y organizador de los viajes, lo siguiente:
“- ¿Tú sabes por qué Jean Berbeck dejó de hablar? – le preguntó.
-
Es
una de las muchas cosas que no dijo nunca”.
Imposible una mejor
respuesta.