Tal día como
hoy de 1950, apenas cinco años después del final de la Segunda Guerra Mundial
que había devastado Europa, el Ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert
Schuman, pronunció la Declaración que lleva su nombre y en la que proponía la
creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero cuyos miembros
pondrían en común la producción de carbón y de acero.
Es esencial
esta Declaración porque la producción de carbón y acero había sido una de las
causas de conflictos en Europa en los años anteriores, ya que eran
fundamentales para la producción armamentística.
La
Declaración de Schuman contiene párrafos de gran interés para comprender el
origen y el desarrollo de lo que hoy constituye la Unión Europea, que pasamos a
transcribir:
“La
paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a
los peligros que la amenazan. La
contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización
es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas.
Europa no se hará de una vez ni en
una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho.
El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción
franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una
organización abierta a los demás países de Europa. La puesta en común de las
producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de
bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea,
y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han
dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las
primeras víctimas.
La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que
cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino
materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción,
abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos
los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción
industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su
unificación económica.
Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión,
para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz.
La organización proyectada, al
contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la
explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento
de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de
la producción.
La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema,
estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases
paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente.
Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y
en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para
garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta
Autoridad”.
Como bien dijo Schuman,
Europa se hace poco a poco y, añadiría yo, la hacemos todos, no sólo los
políticos de los Estados Miembros, ni siquiera los Tribunales estatales –como el
Tribunal Constitucional alemán que esta misma semana ha dictado una sentencia
con la que parece querer controlar a las instituciones europeas-, sino fundamentalmente
los ciudadanos. De ahí que tal día como hoy sea necesario celebrar el día de
Europa, constituyendo estas líneas nuestra humilde contribución a ello.
NOTA.- Sobre la
sentencia del Tribunal Constitucional puede consultarse esta entrada del blog
del profesor Alfaro (AQUI) y, sobre todo, la nota de prensa del Tribunal de Justicia
de la Unión Europea que deja claro que nunca hace comentarios sobre las sentencias
de órganos jurisdiccionales nacionales y que el propio TJUE es el único
competente para declarar que un acto de una institución de la Unión es
contrario al Derecho de la Unión, que puede consultarse AQUÍ.
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